2º A: CLASE DEL 25 DE MARZO DE 2020
¡Buenos días!
Como pudisteis ver ayer, terminamos el tema 7 de los reinos cristianos durante los siglos XIII y XIV.
Por eso, hoy vamos a comenzar a ver el tema 6 sobre las ciudades en la Europa medieval. El tema comienza en la página 110 de vuestro libro de texto.
Lo que vamos a comenzar a estudiar os va a resultar muy familiar, ya que en el tema 7 hemos visto muchas cosas relacionadas con él.
Este tema está enmarcado con una etapa de prosperidad y de tranquilidad que podemos enmarcar entre los siglos XI y XIII. ¿A qué se debió esta buena etapa?
1. A las mejoras en el trabajo del campo que condujo a un crecimiento de la población.
2. Al renacer de las ciudades en Europa occidental.
3. A mejoras dentro del sistema económico: hubo un gran crecimiento del comercio y de la artesanía.
4. A la aparición de la burguesía (que ya os suena de sobra este grupo social).
Sin embargo, esta prosperidad terminó desembocando en la crisis del siglo XIV, donde la peste y la crisis económica, política y social arrasó de nuevo en Europa.
Podéis comprobar que la historia es como una montaña rusa: momentos de esplendor seguidos de crisis. Lo bonito de la historia (aunque muchos no me deis la razón e incluso os sorprenda que la historia puede ser bonita) es comprender qué causa esas crisis y esas etapas buenas de la historia de la humanidad.
Tenéis aquí un vídeo que os resume todo lo que vamos a ver en este tema que os puede ayudar como introducción.
Comencemos con el apartado 1: ¿Por qué crecieron las ciudades?
Vamos a ver que, a partir del siglo XII, hubo "más paz". Es decir, las grandes invasiones y guerras que hemos estudiado con los pueblos germánicos, ya no se van a producir. Como las naciones no tenían que preocuparse tanto por la guerra, pudieron centrarse en la economía y en la tecnología. Así, comenzaron a mejorar las técnicas de trabajo del campo. Esto, a su vez, estimuló la economía al poder vender más productos en los mercados y, poco a poco, gracias a esto, surgieron los núcleos urbanos. Veamos más detenidamente esto.
A. El fin de las grandes invasiones.
A finales del siglo XI, las invasiones no se dieron con tanta frecuencia. Especialmente importante fue que los vikingos (que llevaban guerreando y atacando todo aquello que pillaban por ahí) se asentaron en Inglaterra y en el Norte de Francia. En estos lugares crearon reinos estables, por lo que sus ataques cesaron.
2. Nuevos instrumentos agrícolas: siendo el más llamativo el arado de vertedera, también conocido como arado normando. Este arado tenía una cuchilla y una vertedera hecha de hierro y que penetraba más profundamente en la tierra, permitiendo levantarla y oxigenarla mucho mejor que el antiguo arado romano. Además, este arado comenzó a ser llevado por caballos, animales mucho más ligeros, baratos de mantener y rápidos que los bueyes utilizados anteriormente. Para poder dirigir a los caballos, se inventó la collera.
Aquí tenéis una imagen de Guillermo el Conquistador, uno de los más famosos reyes de Inglaterra que procede de las dinastías vikingas del siglo XI.
Junto al fin de los ataques, hemos de destacar los pactos entre los señores feudales (Tregua de Dios) para mantener una cierta seguridad en los caminos y evitar las guerras. Al tener menos ataques, los mercaderes y comerciantes podían llevar los productos a diferentes puntos.
B. La expansión agraria.
Al tener más prosperidad, a partir del siglo XI la población de Europa occidental pudo centrarse más en cómo progresar económicamente. Esto les llevó a mejorar su principal fuente económica: la agricultura. Hubo cambios fundamentales en este campo:
1. Nuevos métodos de cultivo: comenzó la rotación trienal. Ya vimos en clase qué era este sistema: las tierras se dividían en tres porciones. Una de ellas se cultivaba con cultivos de invierno; otra era cultivada con cultivos de verano; y la tercera se dejaba descansar (en barbecho) para que se oxigenara la tierra y diera mejores productos el siguiente año.
3. La utilización de molinos de viento y de agua que, mediante la energía que aporta la naturaleza, ahorran también mucho tiempo y facilitaban la tarea de moler el grano.
Esto permitió obtener productos de mayor calidad y en mucha mayor cantidad, por lo que comenzó a generarse excedente (productos que sobran para el consumo propio y que se pueden destinar al mercado).